La boda de Jaime y Ampar en Picanya, Valencia
Al aire libre Primavera Granate 4 profesionales
J&A
12 May, 2018El día de nuestra boda
Este año hemos tenido una primavera bastante fría y lluviosa. A principios de la semana de la boda daban lluvia para ese día (sábado 12). Yo estaba muy preocupada y lloraba de pensar que el día de la boda iba a ser un chasco pasado por agua, siendo que casi todo (ceremonia, cóctel, disco...) iba a ser al aire libre, en una finca en mitad de la huerta valenciana. Mis amigas me decían: "No pasa nada, novia lluviosa, novia dichosa". Pero yo no estaba muy convencida. De todas formas, aunque no lloviera, estaba segura de que iba a hacer fresquete, porque era la tendencia toda la primavera... así que me había hecho a la idea de que no iba a lucir tanto mi vestido con escote corazón y sin mangas, porque me tendría que poner algo por encima todo el tiempo.
Pero finalmente llegó el día... ¡y nada de lluvia! Un poco de nubes a primera hora, pero a medida que avanzaba la mañana, el sol iba asomando y empezaba a subir la temperatura. Estuve tan feliz al levantarme de ver que no iba a llover que pensé: ¡Todo va a salir bien! ¡Y así fué! Mantuve los nervios a raya durante todo el proceso de peluquería, maquillaje, fotos y vídeo en casa con mi familia. La fotógrafa, Mercedes, que es encantadora, me transmite muy buena onda y me hace sentir como una modelo. Voy comunicandome por Whatsapp con mi amiga a la que he dejado encargada de que se asegure que los invitados que vienen de fuera se monten en el bus que sale desde el hotel hasta el Huerto Barral. Me dice que va todo sobre ruedas y respiro un poco mejor.
Seguir leyendo »Llega el momento de hacer camino. Para ir hasta allí desde mi casa son unos 15-20 minutos en coche. Decidí, en lugar de alquilar un coche y tenerlo que devolver después, etc. reservar un coche de Cabify de gama alta. A la hora acordada estaba abajo y allá que nos fuimos mi padre, mi sobrino, que iba a llevar los anillos, y yo.
Cuando llegué ya estaban allí todos. Me dieron la salida y sonó la canción que había elegido para la entrada de la novia: "She" de Elvis Costello. Os la recomiendo porque es preciosa y la gente ya solo con escucharla se emociona. La ceremonia la realizamos en la fachada principal de la finca. Al final del pasillo estaba Jaime, emocionado también, e impactado de verme tan guapa con un vestido tan original. Su traje también tenía chaleco y corbata del mismo color que las flores de mi vestido, ¡qué casualidad! Estoy a punto de llorar mientras avanzo del brazo de mi padre, que también es de lágrima fácil. Pero aunque tengo un nudo en la garganta no dejo que se abra el grifo de lágrimas. Al llegar junto a Jaime y hablar un poco con él, se me disipan los nervios un poco. Él está muy apuesto y se le ve muy feliz, como yo lo estoy.
La ceremonia es preciosa, amena. Salieron a hablar 4 invitados que parece que hayan estado hablando en público toda la vida de lo bien que lo hicieron, contando anécdotas y expresándonos tanto cariño. Fue emotivo y divertido a la vez. Luego nos toca hablar a nosotros. Primero habló Jaime y sus palabras dejaron a la altura del betún las cuatro frases que tenía yo preparadas, porque hizo un discurso precioso. "Tendría que haber hablado yo la primera", recuerdo que pensé. Yo no tengo tanta facilidad para memorizar, así que con mi chuleta hice mi parte, aunque más concisa, igual de importante. Y creo que lo hice bien porque la gente se rió.
Tras el intercambio de anillos, el oficiante, que es el hermanastro de Jaime, conchabado con mi cuñada, nos quiso gastar una bromita y dijo: "ahora las arras" y nosotros ojipláticos, porque lo de las arras no lo habíamos metido en la ceremonia. Entonces vino mi cuñada riendo y nos dio un saquito con las moneditas de marras. Menos mal que yo más o menos había visto lo del intercambio de arras en alguna boda, porque Jaime no tenía literalmente ni idea de qué hacer con ellas.
En fin, con esto quiero hacer ver que al fin y al cabo estabamos como en casa, rodeados de gente que nos quiere y que estaba disfrutando del momento, hasta gastándonos bromas.
Tras la ceremonia, vino el cóctel junto a la piscina. Pusimos cubre tacones para caminar bien sobre el cesped. Mientras Jaime y yo nos hacíamos fotos por los alrededores de la finca, la gente se puso fina a aperitivos y a jamón recién cortado. Cuando por fin los fotógrafos nos liberaron, pudimos unirnos al cóctel, pero entre hablar con unos y con otros, al final tampoco comimos mucho. Pero cuando la gente fue entrando al salón cubierto, el maitre tuvo el detalle de guardarnos a los novios un aperitivo de cada para que pudieramos probarlos cuando estabamos ya solos.
Seguidamente pasamos al salón. Como queríamos que todo fuera un poco menos formal, en la mesa presidencial no sentamos a nuestros padres, sino a dos parejas de buenos amigos. Pensamos que así nuestros respectivos padres se lo pasarían mejor estando en la mesa con sus familiares y amigos que con nosotros, que nos tienen muy vistos.
La comida tuvo sus tópicos: ¡que se besen! ¡Viva los novios!, entrega de ramo a mi mejor amiga, entrega de los muñequitos de la tarta a mi prima y su futuro marido... (la tarta, por cierto, la trajimos de fuera, ya que queríamos una tarta fresca de mousse de limón que a todo el mundó le encantó, hubo gente que hasta repitió. La pastelería está en la Avenida del Puerto en Valencia, y se llama Venus).
Y tras la comida, a las 6, empezó la disco en uno de los patios andaluces. Los chicos de la música se adaptaron muy bien a nuestros gustos. Yo tenía muy claro el tipo de música que quería para mi boda, y era que empezara con canciones intemporales, de esas que ya sonaban en los 50, en los 60... y que siguen haciendonos mover el esqueleto y dar ganas de cantar a gritos. Desde Beatles, James Brown, Bublé, Jerry Lee Lewis... todo grandes éxitos del rock and Roll y del Pop, para el disfrute de jovenes y no tan jóvenes. A mí me encanta todo tipo de música, así que el repertorio fue muy ecléctico, también incuyendo música indie, algo de pachanga y cerrando con Remember. Vamos, para todos los gustos. Y yo bailé como si no hubiera mañana, porque cuando escucho una canción que me gusta, el ritmo me invade y no puedo dejar de bailar!
Hasta las 23h duró la fiesta, y nos lo pasamos en grande. Verdaderamente fue el día más feliz de nuestra vida y "nos llena de orgullo y satisfacción" ver que que todo había salido tan bien y de descubrir que la gente en general disfrutó como hacía tiempo que no hacía.
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