La boda de Andrés y Nogol en Madrid, Madrid
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A&N
05 Mar, 2016El día de nuestra boda
Justo hoy hace un mes desde el día más feliz de nuestras vidas. Lo recuerdo todo perfectamente, a pesar de que todo el mundo nos decía que se pasaría volando y no nos enteraríamos de nada. Pues en nuestro caso no fue así en absoluto, lo disfrutamos muchísimo y fue el día más inolvidable y mágico de nuestra vida.
Ese día me desperté a las 9:00 en punto sin poder creerme aún que era el día de mi boda. Estaba en casa con mi padre y fui corriendo a darle los buenos días y decirle “Papá, ¡hoy me caso!” Por fin había llegado mi día más soñado y a diferencia de lo que creía al principio estaba bastante tranquila. Bajé a desayunar con mi padre y después nos encaminamos hacia el hotel donde más tarde sería el banquete, pues me vestiría y prepararía ahí.
Cuando llegamos, nos atendieron estupendamente, todo el personal, muy atento en todo momento y muy amables, facilitándonoslo todo siempre. Nos dieron la suite nupcial para poder ponernos cómodos y donde mi peluquera y maquilladora comenzó a preparar su zona de trabajo. Mientras algunas invitadas se iban peinando y maquillando, yo bajaba y subía dando los últimos retoques. Como el salón ya lo teníamos preparado, bajé a montar el Candy bar y la mesa de firmas, di un repaso a todo y me subí con una tranquilidad que nunca pensé que pudiera tener en un día como ese, y es que estaba en las mejores manos en todos los ámbitos y sentidos.
Seguir leyendo »Cuando el reloj marcó las 15:00 llegaba mi turno para peinarme y maquillarme. Yo seguía tranquila, disfrutando de cada instante. Un poco más tarde llegaba el fotógrafo para inmortalizar aquellos momentos, mi madre y mi tía estaban también a mi lado, pusimos música en la habitación, todas reíamos y cantábamos, ¡estábamos súper felices! Yo no dejaba de pensar en mi ahora marido, en cómo estaría él, me lo imaginaba vistiéndose, y me preguntaba si estaría nervioso o no.
¡Y por fin llegó la hora! Cuando me quise dar cuenta ya estaba peinada, maquillada y vestida, lista para salir del hotel hacia la iglesia. Jamás olvidaré el momento en que salí del ascensor y mi padre me esperaba en el lobby. Esa cara de emoción y felicidad, ¡me emociono sólo con recordarlo! Me encantó ese momento, ese ratito a solas con mi padre antes de la boda, esas miradas llenas de complicidad y emoción, apenas tengo palabras para describir esos minutos que pasamos juntos esperando que llegase el momento.
El camino del hotel a la iglesia era bastante corto pero disfruté muchísimo del momento. Iba cogida de la mano de mi padre mientras le decía lo feliz que me sentía y que por fin había llegado el día con el que llevaba soñando toda mi vida.
Al llegar a la iglesia, me estaban esperando mis damas de honor, nos emocionamos todas al vernos y ahora sí que sí había llegado el ansiado momento. Mi mejor amigo era el encargado de tocar el violín en la ceremonia y escucharle era lo más bello del mundo. Mis damas salieron por delante de nosotros y mi padre y yo avanzábamos lentamente por el pasillo camino del altar. Tuve que contenerme mucho para no derramar unas lagrimillas, intentaba mirar a todos los invitados, saludándoles levemente con la cabeza, disfrutando muchísimo del momento y sin quitar ojo a mi dulce prometido que en pocos minutos se convertiría en mi marido.
La ceremonia no fue muy larga, la personalizamos a nuestro gusto, y fue una boda preciosa. Cuando salimos, nos recibieron con arroz y confeti, nos subimos a nuestro coche y volvimos al hotel, donde aprovechamos para hacernos nuestras primeras fotos como marido y mujer. No queríamos estar todo el tiempo que durase el cóctel haciéndonos fotos, si no que queríamos compartir también esos momentos con nuestros invitados.
El momento de nuestra entrada al salón fue otro instante inolvidable; y el resto del banquete, sorpresas varias, baile, etc. también. Tan sólo puedo decir que disfruté muchísimo, más de lo que jamás pude imaginar. Afortunadamente, todo salió fenomenal, habíamos estado preparándolo con tanto tiempo que todos los detalles estaban cuidados al máximo y lo mejor fue que todos nos lo decían y lo apreciaban. Todo el mundo lo pasó genial y nosotros no dejamos de bailar en toda la noche y yo ya lo decía “ai buscáis a la novia, ¡id a la pista de baile!”. Y aunque suene a tópico, fue un día mágico e inolvidable, simplemente perfecto, tanto que no dejamos de decir que nos queremos casar una y mil veces más.
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